Mengano el bistró con alma de bodegón en Palermo, sigue afilando su menu a manos del chef Facundo Kelemen.

Mengano: un bistró con alma de bodegón en Palermo con varios reversiones y remixes de platos favoritos de la cocina porteña.


Desde su apertura en 2018, Mengano se destaca como un restaurante en el conviven pasado, presente y futuro. La cocina nace de la inspiración contemporánea de clásicos del recetario popular porteño del chef Facundo Kelemen, y llegan a la mesa en formato de pequeños platos creados para compartir. Mengano se volvió un ícono de la escena gastronómica de Buenos Aires, siendo reconocido por prensa especializada local e internacional. Entre sus galardones se encuentra el premio Bib Gourmand, otorgado por la prestigiosa Guía Michelin, y el puesto 82 en la lista de los Latin America’s 50 Best Restaurants 2024. En abril de 2025, durante la ceremonia de premios de la segunda edición de la Guía Michelin Buenos Aires-Mendoza, Mengano confirmó su estrella Bib Gourmand.

Kelemen fue abogado antes de dedicar su vida a la gastronomía, y aunque cursó estudios de cocina en el IAG no llegó a recibirse. Terminó de aprender su oficio trabajando en restaurantes de Buenos Aires como Tegui, y como pasante en Estela y Atera en Nueva York. No obstante, la verdadera escuela de este chef fue la mesa de los restaurantes que visitó desde niño con sus padres que, aficionados a la gastronomía, armaban las vacaciones familiares en función de los mejores restaurantes de cada destino. “Siempre me gustó comer bien”, confiesa. Después de un año y medio en Estados Unidos, al volver al país, sabía que su camino era hacer comida argentina y sentía que los bodegones estaban olvidados. Así nació la idea de Mengano, un lugar que explora la cocina porteña de bar con una mirada y técnicas contemporáneas.

Para alcanzar el objetivo del restaurante propio, Kelemen sumó al proyecto a dos amigos: Diego Borrero y André Parisier. A los tres los une la vida de bares con sus padres como El Rambla en Recoleta y el Norte en el centro.

El corazón

Pasó poco tiempo hasta que el trío encontró el espacio ideal, una clásica casa chorizo sin historia gastronómica previa, ubicada en la calle Cabrera del barrio de Palermo. De la construcción original se respetó una habitación —donde hoy se encuentra la cava que también oficia de salón privado—, los pisos, el patio interior y los techos. Todo el resto de la construcción tiene una mirada más moderna, y al final del espacio se instaló una barra donde se puede comer con la cocina a la vista.

La decoración de la sala la armó Kelemen con antiguas fotos familiares. “Mi abuelo (Juan José Kelemen) era jugador de fútbol en Racing y teníamos muchas imágenes grandes suyas en casa. Como el deporte siempre está presente en los bodegones, decidimos enmarcarlas”. Diego recuerda que fueron juntos a buscar los marcos. De esta manera, lograron imprimir al restaurante el ambiente de bodegón que buscaban. 

Como restaurante, Mengano es un espacio en el que conviven comensales de distintos orígenes y edades, así como también sucede en los bodegones porteños. De esta forma, es común, en una misma noche, encontrarse con una pareja que celebra un aniversario, cuatro amigas de facultad que salen del cine a comer, dos empresarios brindando el cierre de un negocio  y un cumpleañero que agasaja a los amigos en el salón privado.

Para sus tres dueños, Mengano es el lugar en el que más disfrutan estar. Borrero, que divide su tiempo entre Estados Unidos y Argentina, comenta: “cada vez que llego a Buenos Aires pienso en que el miércoles voy a ir a Mengano”. Para él, el éxito de este restaurante es un orgullo, pues es su primer emprendimiento fuera de la empresa familiar. André, en cambio, considera que Mengano es su lugar de pertenencia, es allí donde elige pasar la mayor parte del tiempo posible y al lugar que llega muchas noches solo como comensal. “Es el negocio en el que disfruto del proceso, no estoy esperando el resultado”, dice. Para Facundo, el socio más activo del trío, la vivencia es distinta. En él habitan la alegría y la preocupación, una lucha que resulta de las 12 horas diarias que le brinda al restaurante. Su tarea es hacer que la gente quiera volver, porque disfrutó de la comida, porque la atendieron bien, porque pasó un buen momento. Como resultado, de martes a sábado, la sala de Mengano está siempre llena.

Sobre el menú, Kelemen comenta: “tenemos entre 12 y 14 platos. De estos, 5 o 6 son la columna vertebral, pero, aunque están fijos, no por eso se mantienen estático».

El objetivo del cocinero es trabajar con platos y productos argentinos de la mejor calidad posible. “Me importa que lo que sirvo sea rico”, afirma. Para ello cuenta con el apoyo de Jovani González que lo acompaña a su derecha.

Entre los platos clásicos de la carta está la empanada de carne picante frita, que hay que comer de un mordisco porque explota en forma líquida en la boca.

También se destacan una versión del revuelto de gramajo que, en vez de papas, lleva una espuma de papa servida en un cuenco con fetas de jamón; el steak tartar con membrillos y alcaparras acompañado de una torta frita. Kelemen revisa en su menú, además, el universo de los arroces con un híbrido entre el socarrat catalán y el tradicional arroz con mariscos o pollo local.

Dice que “es un arroz carnaroli que se cocina como un risotto y después se tuesta como si fuera un socarrat —la costra crocante del fondo de la paella—. Queda 30 % crocante y 70 % cocido. Es una combinación de la comida italiana y la española, pero con productos nacionales. Esto es, para mí, la definición más acertada de un bodegón”.

Lejos de vivir de forma literal su concepto gastronómico, en el camino el chef se toma algunas licencias, pues no todas las preparaciones del repertorio tienen reminiscencias históricas; por ejemplo, prepara un sándwich de milanesa que emula a un katsu sando japonés.

El universo dulce de Mengano es breve y asertivo: una mousse de chocolate con cereales y crema, una inspiración de rogel con capas de merengue en vez de masa y helado de frutilla y sambayón.

Todos los platos se acompañan con los vinos de las bodegas del grupo de Borrero: Otronia, Bodega Garzón o Vistalba en el cono sur, y con una amplia variedad de estilos de otros vinos seleccionados con una mirada contemporánea hacia bodegas pequeñas con vitivinicultura de mínima intervención.

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