Jorge Miño

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En esta serie de fotografías, Jorge Miño exhibe los abiertos contrastes de las megalópolis de nuestro tiempo: una ciudad sólida y estable…

Confronta a la ciudad cambiante, que tiende a desmaterializarse. Las imágenes ponen en primer plano las cualidades sensoriales de los materiales y muestran que el apego a lo real suele subordinarse al interés por la abstracción geométrica. Miño trae de sus viajes centenares de imágenes, luego selecciona aquellos lugares donde faltan elementos distintivos que los tornen reconocibles. Esta ausencia remite de inmediato hacia otras cualidades de la imagen, los encuadres descubren arquitecturas extrañas, mientras la luz destaca el protagonismo de las texturas, la sensualidad de las superficies. El paisaje urbano se vuelve territorio propicio para la contemplación, pero el sentido de la imagen no reside en lo que representa o evoca sino en ella misma, su razón de ser está ligada a las propias cuestiones visuales y al transcurso del tiempo. Hay una ciudad quieta, construida con el rigor austero del cemento.
Las visiones de esas formas elementales inducen a imaginar lo que puede quedar en pié en un futuro de desolación. Fluyen las curvas en el vacío de unas construcciones, vacío acentuado por el evanescente color blanco y por el oscuro abanico de los grises. Hay una imagen poderosa: un techo conformado por inmensos cubos de cemento.

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FOTO: Jorge Miño

TEXTO: Ana Martínez Quijano

El dibujo de las líneas de la estructura, oficia de guía para la mirada, la arrastra hacia un vértice ilusorio. El punto de fuga está fuera de la composición, pero el ojo tiende sin embargo a buscarlo. La perfección del diseño de la perspectiva monofocal, ejerce una atracción potenciada por las fuerza del áspero material. El enfoque cenital de la arquitectura encajonada, le confiere a la foto una dimensión monumental. La lente es el ojo del escultor. En abierto contraste se divisan las fantasmagorías, las formas de unas escaleras se disgregan entre engañosos reflejos y resplandores. Suspendidas en un espacio sin tiempo, como en un sueño, las imágenes muestran la memoria de lo que han sido y dejan adivinar lo que serán, mientras el presente huye y se nos escapa. La sensación de movimiento del hipnótico paisaje, lleva hasta los límites la visibilidad del objeto, que tiende a desaparecer. A la mirada analítica de las estáticas construcciones, se contrapone el extravío de las formas, las cosas pierden su aspecto eterno en un universo que se ha roto en mil pedazos. “Nada es seguro salvo el propio cambio”, ase- gura Marshall Berman, y lo cita a Marx cuando dice: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. Hechas de paradojas y confrontaciones, las fotografías de Miño ponen en primer plano las tensiones del mundo actual.

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