Chris Conn

Con un repertorio simbólico casi interminable, basado en el esoterismo y la masonería y una técnica clasicista que demuestra que pintar en serio no es para cualquiera, Christopher Conn Askew, héroe del tattoo retirado y su mundo místico, SekretCity, fascina a editoriales como Penguin, a revistas como la influyente Juxtapoz y a nosotros también. Obra muy en demanda, con fobias sociales y tinta hasta los nudillos.

Ciertamente hay influencias esotéricas en tu obra, como la cruz de brazos equilaterales, mitos griegos como la Lamia, imágenes remixadas del tarot, runas o imágenes masónicas, alfabetos de lenguas muertas. Es contenido del pesado. Tengo que admitir que tengo una atracción muy fuerte por el misticismo y la trascendencia desde que era chiquito. Nunca pude quitarme esa obsesión de encima, y si algo pasa, es que se vuelve más fuerte a medida que envejezco. No soy miembro ni devoto de ningún culto, religión u organización, te aclaro, pero los símbolos que pinto tienden a tener significados muy flexibles en mi mundo y no suelen coincidir con los significados que usualmente les adscriben. Es la teoría elemental del símbolo: sus lecturas son inagotables. Exacto. Y me atraen por razones que ni siquiera yo entiendo. No trato de explicar demasiado lo que pinto, prefiero dejar eso abierto. Y francamente, pinto para mí, no para una audiencia. La idea es que vos respondas en base a tus propias experiencias y conocimientos. Una vez que termino un cuadro, lo suelto, me lavo las manos y dejo que viva su vida.
Hace un tiempo hiciste una tapa para un libro de J.M Coetzee, una edición de Penguin. Es un cierto honor. Las tapas de libros son algo codiciado por cualquier ilustrador. Tal cual, es un honor. El libro es fantástico, y me encanta ser parte de él, aún en una forma tan periférica. Trabajar con Penguin, una editorial gigante, fue muy bueno. Después de eso decidí que las únicas propuestas comerciales que voy a aceptar serán las de libros y literatura. Cualquier otra cosa me caería mal.
Venís del tattoo, de darlo y recibirlo. ¿Cómo empezó todo?
Empecé de muy chico. Mi primer experimento con una aguja fue como a los 13, y mi primer tattoo eléctrico ocurrió un par de años después, en el 87, creo. Mi interés originario vino de películas y libros, personajes como Quiqueg, el indio de “Moby Dick”, José Arcadio de “Cien Años de Soledad” o Robert Mitchum en “Night of the Hunter”. Me fascinaba la idea, me hablaba de una experiencia exótica, de vidas vividas fuera de la reja restrictiva de la sociedad normal, una especie de libertad algo siniestra, me enganché, y empecé a tatuar a pleno a los 20, casi. Primero lógicamente como aprendiz en un estudio. Después fue una aventura: New York, Londres, Tokyo.
¿Y qué pasó? ¿Por qué te retiraste?
Ya no podia soportar la presión constante y el contacto humano que implicaba. Creo que me convertí un poco en un sociofóbico o algo así, porque me siento mucho más feliz solo en casa con mis gatos, sin gente alrededor. Puedo pensar más claro, sentir más claro, sin que me distraigan o me estresen.
Tu trabajo tiene un sentido de oscuridad, de amenaza, como que hay algo casi demoníaco en el fondo. No es el típico surrealismo pop americano, que suele ser un montón de referencias pop y monstruítos chistosos.
Si mi trabajo tiene un sentido de amenaza es porque lo percibo en el mundo que me rodea. Y no soy muy fan del surrealismo pop, para nada, ni me gusta el término. Si tiene que haber un término para los mejores ejemplos de este supuesto estilo, se lo pido prestado a mi amiga Kirsten Anderson que dice que es “neo-simbolismo.” Me siento muy conectado a los pintores simbolistas de fines del siglo XIX, tanto en estilo como en manejo de un tema. También la cultura pop me influencia, no te lo voy a negar, pero es algo de lo que estoy empezando a alejarme intencionalmente.
También trabajás con dorado a la hoja.
Y es más fácil de lo que parece, solo que hace ver a todo un poquito más costoso. Francamente, me compré un kit en la librería de materiales, que venía con instrucciones y todo. Pero es un recurso y una habilidad tradicional, al fin y al cabo. La mayor parte del arte contemporáneo es alto en concepto y bajo en técnica. Sin embargo, no soy tan técnico ni preciso ni técnicamente perfecto como usualmente me acusan. Cuando termino una pieza, lo único que veo son las inconsistencies. Recién mucho tiempo después puedo volver a verla con las cosas en claro.
Entonces, ¿qué compone el lenguaje visual de SekretCity?
Quiero crear historias que no tengan un final. Siento que desarrollar el drama de una narrativa, dejándola abierta, la mantiene con vida, porque una vez que algo termina y te lo explican o lo entendés, el misterio se acabó, la obra está muerta.
¿Y lo que sigue en el plan?
Eso es algo que me pregunto cada mañana, en el fondo de cada página, los billetes
originales para comparar. Y queda certificado.


Dragonette.


Chris Conn Logo.


Ciudad Basura.


Ciudad de Fantasmas.


Ciudad de Mentiras.


Maschere.


Pull the Blinds.


Upon A Tiny Throne.





La Croix Rouge.

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